jueves, 31 de octubre de 2013

EL DOMINIO DE LA COTIDIANIDAD La caída al precipicio de la in autenticidad

EL DOMINIO DE LA COTIDIANIDAD 
La caída al precipicio de la in autenticidad
Por: Gustavo Van Humbeeck Benegas
Volviendo la mirada a lo que acontece en el vivir diario de nuestra sociedad, se reafirma cada vez más  la existencia de  un dominio de lo cotidiano, de lo superficial, de lo que nos lleva hacia el no-ser.

Esta cotidianeidad  se ha apoderado de la vida de las personas convirtiéndolas en seres vacíos, sin sentido, superficiales y consumistas.  Pero para entender el dominio de este del ser, debemos preguntarnos ¿que es la cotidianeidad?
Para Heidegger, la cotidianeidad es el elemento por el cuál el ser humano es  transportado a la inautenticidad.  En esta  cotidianeidad, el ser humano ya no es autónomo, es decir, esta condicionado por la sociedad en la que está inmerso.

Y es que el hombre, tiene una disponibilidad que posibilita la apertura hacia los demás, es decir, hacia su entorno y no a la totalidad.  Pero cada sociedad determinada tiene su cultura, sus leyes, sus valores y los miembros de ella se ven condicionados por esas reglas.

Estos condicionantes hacen que el ser humano se deje guiar por el entorno y se convierta en una persona heterónoma, en términos kantianos. Es decir, el ser humano, al caer en la cotidianeidad, se vuelve esclavo de las leyes de la sociedad.

En esta época post moderna, el dominio de la cotidianeidad es evidente. Se da en las tendencias culturales como la música, el arte, el cine y la televisión  los cuales se han vuelto meramente superficiales, sin sentido.

Todo lo que realiza el ser humano, hoy es fruto de una automatización construida por la sociedad. Así, se trabaja, se estudia y se actúa de múltiples formas sin un fundamento.  Prueba de ello es la tendencia del ser humano hoy a  basar inconscientemente sus acciones vitales en una serie de  conocimientos prácticos y elementales que le permiten llevar a cabo sus labores eficientemente. [1]

Todo ha perdido el sentido de las cosas y es así que el Se impersonal se vuelve sujeto de esta cotidianeidad dominante y se convierte en un tirano que impone el modo de ser, de hablar, de actuar del ser humano provocando su uniformidad con los demás de su entorno.

-          El dominio de la palabrería
En este ámbito en el que gobierna el nihilismo, la ausencia de sentido, el mero automatismo de la actividad diaria, se denota un dominio de la palabrería.
Para Heidegger, la palabrería se da cuando el sentido del lenguaje pierde por completo su sentido, su objetivo principal que es el de comunicar o trasmitir el pensamiento. El lenguaje contiene un significado, pero en la palabrería ya no se tiene en cuenta ese significado ni lo que trasmite la palabra, sólo tiene en cuenta la forma en el que se dice la palabra.

Así, la palabra se convierte en un a hueca campana, parafraseando palabras de las Sagradas Escrituras, se vuelve un mero ruido que a lo sumo causa admiración y adormecimiento, hasta produce atención pero no para captar el pensamiento sino para copiarlo. Así, ya no se tiene en cuenta la palabra en cuanto a tal, sino la forma en la que se dice aquella palabra.

En este sentido, el dominio de la palabrería coarta el pensamiento, hace que el  ser humano se desvíe de su racionalidad y adormezca su pensamiento para desoír la realidad.  Aquí se pierde el sentido de la filosofía como co-rresponder y en esa correspondencia el lenguaje juega un papel primordial, el de servir al pensamiento, y ello no puede darse bajo el dominio de la palabrería.


Heidegger, en su obra Que es eso de filosofía, decía lo siguiente:
Este co-rresponder (Ent-sprechen) es un hablar (Sprechen). Está al servicio del lenguaje (Spreche). Que significa esto, es para nosotros hoy difícil de comprender; pues nuestra representación del lenguaje ha sufrido singulares transformaciones. En virtud de ellas el lenguaje aparece como un instrumento de la expresión. Según lo cual se considera más justo decir: el lenguaje está al servicio del pensar, en lugar de: el pensar como co-rresponder (Entsprechen) está al servicio del lenguaje.[2]
Así, ya no se comprende lo que se dice ni se reflexiona acerca de lo que se escribe. Se habla por hablar, se escribe por escribir, se dice por decir y no se piensa en ello.




[1] Pedrque, 2000, 169
[2]  HEIDEGGER MARTÍN, Que es eso de filosofía

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