miércoles, 6 de noviembre de 2013

LA COTIDIANEIDAD COMO ESTAR- EN – EL MUNDO PREDOMINANTE. Por: Gustavo Van Humbeeck Benegas


                   
El dominio de la curiosidad
Otro de los aspectos relevantes del dominio de la cotidianeidad es el elemento de la curiosidad entendida como esa avidez de buscar lo bueno por lo bueno y  no como el asombro por descubrir nuevas ideas, realidades, experiencias, sino más bien una curiosidad que busca “estar al día”. Ese buscar estar al día, es entendido por la sociedad post moderna como el buscar obtener confort pero realizando actividades nuevas.

La avidez de novedades es el segundo de los caracteres existenciarios del Dasein en su ser en el mundo en la forma del “uno”, es decir en el modo impropio del “sí mismo”. Se caracteriza por buscar lo nuevo “para saltar de ello nuevamente a algo nuevo”[1] No le interesa el aprehender y el ser en la verdad, sino el abandonarse al mundo; no tiene la forma de un demorarse en una contemplación admirativa de los entes, sino que está determinada por “la inquietud y la excitación por parte de algo siempre nuevo y del cambio de lo que hace frente”. 

 Así toda la vida del Dasein está basada en la búsqueda de nuevas formas de satisfacer su necesidad de estar “bien”.  No sólo estar al día significa la novedad de actividades que produzcan placer, sino también, la novedad por obtener nuevas cosas. La sociedad de consumo ha instaurado esta modalidad de lo novedoso para que las personas adquieran el delirio de “actualizarse” comprando. Así, la obtención de cosas se ha convertido en un medio para estar al día, a la moda, de acuerdo con la tecnología y los tiempos que cambian. Nada perdura, todo debe cambiar. Pero ese cambio del cual se habla, es un cambio de fachada, un maquillaje externo que lo que tapa en realidad es la mismidad del ser, y ello hace que la persona se convierta en un personaje, jugando a ser, como diría Sartre.

Pero en realidad, en la curiosidad, la búsqueda de lo novedoso para “ser único” es un auto engaño que envuelve a las personas a la uniformidad y comodidad más profunda, pero lo que en realidad producen es el encubrimiento de su mismidad  para ser aceptado  por los demás.

Es en este hecho, donde se asienta el efecto dañino del dominio de la cotidianidad, en el intento de soslayar la existencia auténtica de la persona, adormeciéndola estimulando su curiosidad hedonista, haciendo que viva ajeno a sí mismo.

En la cotidianidad, el Dasein vive ajeno a su ser sí sí-mismo más auténtico, colocándose por tanto,  como entregado  a los entes del mundo, a partir  de los que se interpreta. A este modo de ser de la existencia, que implica  esencialmente un dominio anónimo de los otros  Heidegger lo llana uno (das Man).

Estar-en-el-mundo  predominante

Esta condición cadente implica que en su estar-en-el-mundo, el dominio que ejercen los demás sobre el sujeto sea aceptado tácitamente.[1] A este modo de estar vuelto hacia otros del cuidado que predomina en la cotidianidad, Heidegger lo llama solicitud sustitutivo-aliviadora. Es decir, en su modo diario, el Dasein, por su inclinación a aliviarse de la carga que le pone su condición de arrojado, se halla pues irresponsable ante los demás entes. En su estar- en- el mundo fáctico este modo de ser se manifiesta en el Dasein cadente, en la palabrería, escribiduría y curiosidad anteriormente mencionadas, además de manifestarse en la ambigüedad.
Cuando en lo cotidiano ser uno con otro, explica Heidegger, hace frente aquello que es accesible a todos sobre lo que todos pueden decirlo todo, pronto ya no cabe decidir qué es lo abierto en un genuino comprender y lo que no. Esta ambigüedad no se extiende solamente al mundo, sino en la misma medida al “ser uno con otro en cuanto tal e incluso al ser del ser ahí relativamente a sí mismo. Todo tiene aspecto de genuinamente comprendido, captado, dicho y en el fondo no lo está.
Continua diciendo que la ambigüedad no concierne sólo al disponer de y al manipular con lo accesible en el uso y el goce, sino que ya se asentó en el comprender en cuanto al poder ser, en la forma de proyectarse y de darse previamente las posibilidades de del ser ahí. [2]
Así, se comprende que el ser humano es un proyecto pero en este conocimiento la ambigüedad es superlativamente capciosa ya que esta ambigüedad da posibilidades del ser ahí para sofocar en el acto toda su fuerza. Así en esa búsqueda por el ser se cae en el alejamiento del propio ser.
En su forma de ser cotidiana, el sujeto se mueve pues en la esfera de lo recibido, pero regularmente no lo capta como tradición posibilitante, sino como objetualidades dispersas en su mero presente impersonal, de modo que a ellos no le añade su propio carácter destinal, sino que por el contrario se pierde en ellos, siendo dominado acríticamente. Al respecto expresa Heidegger “Lo decisivo es tan sólo el inadvertido dominio de los otros, que el Dasein, en cuanto a co-estar, ya ha aceptado sin darse cuenta. Uno mismo forma parte de los otros y refuerza su poder”[3]


La existencia del ser humano lleva consigo siempre la libertad y al hacer uso de su libertad se va haciendo. Sólo una cosa está determinado en el ser humano: “el tener que hacerse”.
El ser humano en su estar arrojado, tiene la labor de construir su ser y es allí donde deberá decidir entre las distintas posibilidades el camino para la buena construcción de su ser persona.
El dominio de la cotidianidad busca desviar este camino de construcción del ser humano de su ser auténtico y por ello debemos liberarnos de aquel dominio de lo cotidiano para que siendo consientes de nuestra nihilidad, podamos seguir caminando por esta vida, viviéndola con profundidad, asumiendo nuestras decisiones con responsabilidad.
En definitiva debemos buscar hacernos cargo de lo que somos y no estar ajenos a nosotros mismos, debemos enfrentarnos cara a cara a lo que somos en realidad sin tapar con máscaras de superficialidad la verdad de que somos seres inacabados, contingentes, mortales y que debemos hacernos en esta vida. 
Somos creaturas que siempre estamos tras nosotros mismos, en mira a nosotros mismos”, decía Heidegger. Así todo lo que hacemos es una proyección de lo que seremos y tomar conciencia de ello es llegar a vivir auténticamente, a estar en el mundo construyéndonos. 


[1] El término alemán Verfallen (caída) connota un movimiento en el que el Dasein se aborde en los entes de este mundo, interpretándose desde estos y alejándose de su ser más propio. Cf. Martín Heidegger. Ser y Tiempo. Ibíd. Véase Nota del traductor p. 195
[2] Íbit. ST §37. P 192-193
[3] Íbit. P. 151





[1] Ibíd. ST, §36. P 190

No hay comentarios:

Publicar un comentario