Otro de los aspectos
relevantes del dominio de la cotidianeidad es el elemento de la curiosidad
entendida como esa avidez de buscar lo bueno por lo bueno y no como el asombro por descubrir nuevas ideas,
realidades, experiencias, sino más bien una curiosidad que busca “estar al día”.
Ese buscar estar al día, es entendido por la sociedad post moderna como el
buscar obtener confort pero realizando actividades nuevas.
La avidez
de novedades es el segundo de los caracteres existenciarios del Dasein en su ser en el mundo en
la forma del “uno”, es decir en el modo impropio del “sí mismo”. Se caracteriza
por buscar lo nuevo “para saltar de ello nuevamente a algo nuevo”[1]
No le interesa el aprehender y el ser en la verdad, sino el abandonarse al
mundo; no tiene la forma de un demorarse en una contemplación admirativa
de los entes, sino que está determinada por “la inquietud y la excitación por
parte de algo siempre nuevo y del cambio de lo que hace frente”.
Así toda la vida del Dasein está basada en la búsqueda de nuevas formas de satisfacer
su necesidad de estar “bien”. No sólo
estar al día significa la novedad de actividades que produzcan placer, sino
también, la novedad por obtener nuevas cosas. La sociedad de consumo ha
instaurado esta modalidad de lo novedoso para que las personas adquieran el
delirio de “actualizarse” comprando. Así, la obtención de cosas se ha
convertido en un medio para estar al día, a la moda, de acuerdo con la tecnología
y los tiempos que cambian. Nada perdura, todo debe cambiar. Pero ese cambio del
cual se habla, es un cambio de fachada, un maquillaje externo que lo que tapa
en realidad es la mismidad del ser, y ello hace que la persona se convierta en
un personaje, jugando a ser, como diría Sartre.
Pero en realidad, en la
curiosidad, la búsqueda de lo novedoso para “ser único” es un auto engaño que
envuelve a las personas a la uniformidad y comodidad más profunda, pero lo que
en realidad producen es el encubrimiento de su mismidad para ser
aceptado por los demás.
Es en este hecho, donde se
asienta el efecto dañino del dominio de la cotidianidad, en el intento de
soslayar la existencia auténtica de la persona, adormeciéndola estimulando su
curiosidad hedonista, haciendo que viva ajeno a sí mismo.
En la cotidianidad, el Dasein vive ajeno a su ser sí sí-mismo
más auténtico, colocándose por tanto,
como entregado a los entes del
mundo, a partir de los que se interpreta.
A este modo de ser de la existencia, que implica esencialmente un dominio anónimo de los
otros Heidegger lo llana uno (das Man).
Estar-en-el-mundo predominante
Esta condición cadente implica que en su estar-en-el-mundo, el
dominio que ejercen los demás sobre el sujeto sea aceptado tácitamente.[1]
A este modo de estar vuelto hacia otros del cuidado que predomina en la
cotidianidad, Heidegger lo llama solicitud sustitutivo-aliviadora. Es decir, en
su modo diario, el Dasein, por su
inclinación a aliviarse de la carga que le pone su condición de arrojado, se
halla pues irresponsable ante los demás entes. En su estar- en- el mundo
fáctico este modo de ser se manifiesta en el
Dasein cadente, en la palabrería, escribiduría y curiosidad anteriormente
mencionadas, además de manifestarse en la ambigüedad.
Cuando en lo cotidiano ser uno con otro, explica Heidegger, hace
frente aquello que es accesible a todos sobre lo que todos pueden decirlo todo,
pronto ya no cabe decidir qué es lo abierto en un genuino comprender y lo que
no. Esta ambigüedad no se extiende solamente al mundo, sino en la misma medida
al “ser uno con otro en cuanto tal e incluso al ser del ser ahí relativamente a
sí mismo. Todo tiene aspecto de genuinamente comprendido, captado, dicho y en
el fondo no lo está.
Continua diciendo que la ambigüedad no concierne sólo al
disponer de y al manipular con lo accesible en el uso y el goce, sino que ya se
asentó en el comprender en cuanto al poder
ser, en la forma de proyectarse y de darse previamente las posibilidades de
del ser ahí. [2]
Así, se comprende que el ser humano es un proyecto pero en este
conocimiento la ambigüedad es superlativamente capciosa ya que esta ambigüedad
da posibilidades del ser ahí para sofocar en el acto toda su fuerza. Así en esa
búsqueda por el ser se cae en el alejamiento del propio ser.
En su forma de ser cotidiana, el sujeto se mueve pues en la
esfera de lo recibido, pero regularmente no lo capta como tradición
posibilitante, sino como objetualidades dispersas en su mero presente
impersonal, de modo que a ellos no le añade su propio carácter destinal, sino
que por el contrario se pierde en ellos, siendo dominado acríticamente. Al
respecto expresa Heidegger “Lo decisivo
es tan sólo el inadvertido dominio de los otros, que el Dasein, en cuanto a
co-estar, ya ha aceptado sin darse cuenta. Uno mismo forma parte de los otros y
refuerza su poder”[3]
La
existencia del ser humano lleva consigo siempre la libertad y al hacer uso de
su libertad se va haciendo. Sólo una cosa está determinado en el ser humano:
“el tener que hacerse”.
El ser
humano en su estar arrojado, tiene la labor de construir su ser y es allí donde
deberá decidir entre las distintas posibilidades el camino para la buena
construcción de su ser persona.
El dominio
de la cotidianidad busca desviar este camino de construcción del ser humano de
su ser auténtico y por ello debemos liberarnos de aquel dominio de lo cotidiano
para que siendo consientes de nuestra nihilidad, podamos seguir caminando por
esta vida, viviéndola con profundidad, asumiendo nuestras decisiones con
responsabilidad.
En
definitiva debemos buscar hacernos cargo de lo que somos y no estar ajenos a
nosotros mismos, debemos enfrentarnos cara a cara a lo que somos en realidad
sin tapar con máscaras de superficialidad la verdad de que somos seres
inacabados, contingentes, mortales y que debemos hacernos en esta vida.
“Somos creaturas que siempre estamos tras
nosotros mismos, en mira a nosotros mismos”, decía Heidegger. Así todo lo
que hacemos es una proyección de lo que seremos y tomar conciencia de ello es
llegar a vivir auténticamente, a estar en el mundo construyéndonos.
[1] El término alemán Verfallen (caída) connota un movimiento
en el que el Dasein se aborde en los
entes de este mundo, interpretándose desde estos y alejándose de su ser más
propio. Cf. Martín Heidegger. Ser y Tiempo. Ibíd. Véase Nota del traductor p. 195
[2] Íbit. ST §37. P 192-193
[3] Íbit. P. 151


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