jueves, 20 de marzo de 2014

El cosmos latinoamericano. Estar en el mundo

CONTEXTUALIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA DEL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO EN EL PERIODO DEL AÑO 2500 A. C.
Gustavo Van Humbeeck Benegas
En américa latina, aproximadamente hace 2500 años a.C., se gesta la civilización  mesoamericana con el surgimiento de las primeras tradiciones cerámicas[1]. Es importante este hecho, ya que existe una conexión entre los utensilios y el pensamiento humano. Existe una vinculación que se hace ante todo entre hombres y dentro de la ciudad de modo que el ciclo vital se cierra en el plano humano y se soslaya la naturaleza.[2]   
Mesoamérica es una región comprendida desde los ríos Sinaloa,  Lerma y Panuco, al norte y al sur hasta Nicaragua y Honduras. La región en este tiempo está marcada por el surgimiento de la lengua y la cultura Náhuatl, se organiza la agricultura y se empieza a fundamentar las bases para las demás civilizaciones mesoamericanas como la olmeca, la maya, la azteca, entre otras.
Estas civilizaciones presentan una filosofía integrada a la religión  y a la mitología. Su concepción del cosmos es cíclica al igual que los griegos y a diferencia de los hebreos que tenían una concepción lineal del tiempo. La concepción del cosmos dentro de la cultura Náhuatl gira en torno al  ESTAR. Es decir,  lo preponderante no es el SER (la esencia de las cosas) sino el ESTAR en el mundo.
Las cosas existen porque están en un tiempo y en un espacio. Así, tiempo y espacio son los elementos comunes en todo lo existente. La muerte es el no estar más en el mundo y así, ya no estamos hablando de un paso del SER al NO SER como vemos en la filosofía griega de esta época, sino vemos un paso del ESTAR al NO ESTAR. Es así que el aferrarse a la permanencia en el mundo de los vivos configura luego lo que tradicionalmente en esta región mesoamericana todavía se conserva como el día de los muertos.
Volviendo al hecho que marca la época pre- histórica de la que hablamos, en la asimilación del inicio de la tradición cerámica [de los objetos] que acabamos de hacer, nos lleva a otra conclusión.  Kusch nos revela que toda relación con los utensilios nos hace referirnos inmediatamente a la historia. Se puede decir que la historia es la andanza del hombre agazapado detrás del utensilio.  Pero este estar agazapado detrás del utensilio, data mucho antes de escribirse la historia. Así, tanto el utensilio como la historia surgen de la acción humana.  Es revelador este hecho ya que no estamos hablando ya de una pre-historia de las civilizaciones de américa latina, sino del inicio de una historia marcada por un hecho trascendental como el inicio de la cerámica que nos dice de que cada continente tiene sus orígenes históricos en contextos completamente distintos.
La conexión con la naturaleza, revela la forma en el que el hombre mesoamericano de hace 2500 años a.C. piensa acerca de su propia humanidad y de la existencia de las cosas. Todo forma parte de la naturaleza, el centro es el universo y todas las cosas forman parte de él. Y es aquí donde surge lo común a los otros pensamientos. En un contexto distinto, en una cultura y continente alejado, el arkê  se reflexiona a partir de un elemento común  [unus] y la diversidad de los entes que surgen a partir de la trasformación de lo unitario del cual se  compone la realidad [versus]. Pero la distinción que se puede encontrar en el desarrollo del pensamiento latinoamericano del griego no está en la pregunta sino en la respuesta. Los griegos se preguntaban ¿cuál es el elemento común  por el cual todo lo existente se reúne en el universo y  su respuesta es el Ser. Sin embargo, los mesoamericanos responden que el elemento común es el Estar. Para el griego todo es, sin embargo, para el latinoamericano en su ideario todo está.
En este sentido, Kuch en su explicación del mero estar, narra la forma en cómo se representa la religiosidad dentro de las culturas pre-hispánicas, es así que dentro de ellas ejemplifica a las tradiciones del Cusco donde la proliferación de adoratorios era muy significativa. Dice Kuch: (…) es curioso el sentido de este conglomerado de adoratorios. Se diría que combinaban el tiempo y el espacio, como correspondían a toda revelación. Era a la vez, una especie de calendario y también un ejemplo del plan especial del cosmos.[3]
De esta manera, no solo las culturas mesoamericanas sino otras culturas conciben al estar como el sentido de toda la realidad. Es así que, podríamos decir que hasta tienen una concepción existencialista de las cosas, ya que toda realidad incluyendo al ser humano, se encuentra yecto en medio de los elementos cósmicos, lo que engendra una cultura estática, con una economía de amparo y agraria, con un estado fuerte y una concepción escéptica del mundo. El griego está  configurado en el movimiento en lo cambiante, en el devenir, en ese πóλξμος, en esa lucha de contrarios. Sin embargo, para el latinoamericano, no se trata de un movimiento destructivo que parte de esa lucha de contrarios, sino de una trasformación lenta, con una estática aparente, del estar al no estar. Así, toda la naturaleza cambia, manteniendo una armonía establecida por las leyes naturales y que debe ser respetada para que todas las creaturas del universo sigan permaneciendo, pero este movimiento no se percibe, este ciclo vuelve a comenzar sin que nosotros lo percibamos.
En el objeto, se plasma el estar. La actitud creadora del ser humano mesoamericano refleja permanencia. En esta cultura la creación de objetos marca un significado grande, y este podría ser la permanencia del propio ser.
Así todo lo creado por el hombre mesoamericano es una representación de su capacidad de asentar las cosas que se encuentran en la naturaleza y le da utilidad. Ya que tanto el hombre como los demás elementos de la naturaleza se sirven para permanecer, para seguir estando.






[1] [En línea] www.wikipedia.com
[2] KUCH RODOLFO, América Profunda, Editorial Bonun, 3ª ed. Buenos Aires-Argentina. 1986. pág.  134
[3] Op. Cit. KUCH RODOLFO. P. 90

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