De: Elosanto
Medina sj; Gustavo Van Humbeeck Benegas
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Y SUS
CONEXIONES CON LA FILOSOFÍA DE LA LIBERACION
La
teología de la liberación, es una teología que nace en América latina. Tiene
bastantes conexiones con lo que sería más adelante la filosofía de la
liberación llevada a cabo por E. Dussel. Pero ¿qué es la teología de la liberación?,
¿cuál es su historia?, ¿qué tiene de original?, ¿qué presupuestos teológicos
presenta?, ¿cuál es su alcance en lo social y en lo pastoral?, ¿cuáles son las conexiones
que presenta la filosofía de Dussel llamada “Filosofía de la liberación”? Todos
estos cuestionamientos lo explicaremos a continuación.
I.
¿Qué es la teología de la liberación?
La
teología de la liberación, es un
constructo teológico que surge en contraposición a la teología aplicada durante
todo el Concilio Vaticano I. Podríamos decir que es una consecuencia del gran
suceso renovador que el Papa Juan XXIII ha instalado en la Iglesia católica con
la convocatoria al Concilio Vaticano II.
En
realidad, es necesario considerar que la teología es una reflexión de la fe
desde nuestra realidad histórica, es una relectura de los acontecimientos desde
las sagradas escrituras y la tradición de la Iglesia, es leer los signos de los
tiempos para identificar la forma en el que Dios se manifiesta y así dar razón
de su fe y este trabajo de reflexión ha estado a cargo de los teólogos.
Pero
los teólogos y la teología tienen su propia historia. Víctor Codina, sacerdote
jesuita, explica en su publicación ¿Qué es la teología de la liberación?, el recorrido histórico de
la teología en la iglesia y dice:
En los primeros siglos
de la iglesia, la teología estaba muy unida a la vida de comunidad, era una
teología bíblica y sapiencial, muy relacionada con los problemas del pueblo.
Pero desde la edad media (desde los siglos XII -XIII), la teología se volvió
más técnica y científica, más preocupada de las dimensiones doctrinales de la
fe que de la relación con la vida. La teología se fue apartando de la vida del
pueblo, el cual al no tener acceso a la teología oficial, se volcó hacia una religiosidad
popular, más adaptada a sus intereses y preocupaciones. El pueblo no conocía la
biblia, ni entendía la liturgia, sino que vivía sus devociones, fiestas e
imágenes.
Así,
tras este telón y en una realidad ya entrada la modernidad, surge la teología
de la liberación como una teología del pueblo y para el pueblo, retornando a
las fuentes bíblicas y desde ella
dialogar con el mundo moderno uniendo la
fe y la vida, la doctrina y la práctica cristiana, la práctica popular y las
preocupaciones de las mayorías.
Tras
el Concilio Vaticano II, la figura del teólogo ha cambiado mucho: ya no es sólo
el profesor, metido solamente en investigaciones y en la enseñanza, sino un
creyente, que sin renunciar al estudio
ni a la ciencia, intenta vivir más cerca del pueblo y acompañarlo con la
reflexión cristiana en la vida.
II.
¿Dónde ha surgido la teología de la
liberación?
La
teología de la liberación surge en Latinoamérica y esto es sumamente llamativo
a nivel eclesial. Usando la visión de E. Dussel, en donde ve al centro como
lugar donde se concentra lo oficial y la
periferia como lugar de la marginalidad, la teología de la liberación surge
justamente en la periferia, en Latinoamérica, en un continente pobre y
cristiano.
Este
origen no es casual, esta teología surge de una reflexión sobre la fe a partir
de las inquietudes de los sectores populares que sufren injusticia. Ha nacido en un momento histórico donde el
pobre, a través de su reflexión irrumpe e la historia y en la iglesia.
Podemos
distinguir cuatro etapas, bien diferenciadas, en el proceso de construcción de
esta teología. En cada una de ellas se pueden distinguir acontecimientos
políticos, económicos y eclesiales que han influido bastante en el nacimiento
de la teología de la liberación.
1.
Tiempo
de preparación (1959-1967)
En
esta etapa, se inicia tímidamente una reflexión que lentamente irá madurando.
Políticamente
el hecho más relevante en América latina es la Revolución cubana con el triunfo
de Fidel Castro en el año 1959, que abrió paso al socialismo en el continente. Esto
fue un duro golpe en la conciencia no sólo de Latinoamérica, sino de Estados
Unidos y de todo el mundo. Por primera vez el mundo percibió que la situación
de pobreza en la región podría ser explosiva. En 1961, Kennedy en Estados Unidos, lanzó su Alianza para el
Progreso, para ayudar al desarrollo de los pueblos latinoamericanos. El mismo
año en un informe, el norteamericano Stevenson firmaba que había que favorecer
en Latinoamérica la implantación de democracias, evitando así tanto la
propagación de la experiencia cubana,
como la implantación de gobiernos militares. En 1964, un golpe de estado
en Brasil, inicia un tipo de gobiernos militares que se extenderá por todo el
cono sur en años sucesivos. Por otra parte, el Che Guevara intentó exportar la
experiencia cubana a Bolivia, pero fracasó siendo asesinado en 1967, aunque su
empresa despertó gran entusiasmo, sobre todo en los sectores jóvenes del continente siendo foco de guerrillas en
toda América Latina.
Debemos
señalar, además, que las posturas dominantes en todos estos problemas, hay que
señalar que la doctrina que prevalece estos años es la teoría desarrollista.
Según ella, el problema básico de los países latinoamericanos es el
subdesarrollo, un capitalismo atrasado que contrasta con la riqueza de los
países del norte.
Codina
sigue explicando en este punto lo siguiente: (…) las diferencias geográficas (norte-sur), climáticas (países fríos y
tropicales), raciales (raza blanca- razas de color), temperamentales (pueblos
activos- pasivos) y os azares de la historia, habrían ocasionado el desarrollo
de los países del norte frente al atraso de los del sur, cada vez más
marginados.
Se trataría de una forma de
potenciar el desarrollo de estos países
para integrarlos así a la marcha
de la historia de los países avanzados, pero la misma historia nos demuestra
que no fue así.
Desde
el punto de vista eclesial, el acontecimiento del Concilio Vaticano II
(1962-1965) iniciado por Juan XXIII y clausurado por Pablo VI. Fue un abrirse
de la iglesia a los problemas del mundo. Supuso una gran transformación de
mentalidad tradicional dándole nuevos aires a la iglesia. Unos años más tarde, en 1967, Pablo VI
escribió su carta sobre el progreso de los pueblos (Populorum Progressio), en
la que afirma que sin progreso no puede haber una paz estable.
Así,
la teología de América latina, que toma un carácter desarrollista, insistiendo
en la necesidad de trabajo y desarrollo, la necesidad de presencia del
cristiano en el mundo de la política para desde ella transformar la realidad
social, desarrollando la espiritualidad laical y profesional, se comienza a
reflexionar sobre los pobres, la justicia, la dimensión política de la fe, el
compromiso, la presencia del Señor en el pobre, la violencia institucional,
etc. Esto enmarca el comienzo de la construcción de la teología de la
liberación.
-
Tiempo
de formulación de la teología de la liberación (1968- 1971)
Políticamente
estos años están marcados por revoluciones y cambios importantes. La revolución
peruana de Velasco Alvarado, 1968, la subida al poder en Chile Salvador Allende
(1970), el gobierno popular de J.J. Torres en Bolivia en 1970, interrumpido por
el golpe militar e Bánzer en 1971, el regreso de Perón a Argentina en 1972, podrían ser signos de
esperanza.
Sin
embargo se comienza a presagiar momentos duros en América Latina.
El
informe de Rockefeller de 1969 afirma que la única institución seria, capaz de
dar consistencia a la región latinoamericana es la militar; y es así, que desde
entonces en Panamá va a funcionar la Escuela Militar que formará durante 25
años a los futuros gobiernos militares de toda Latinoamérica.
La
economía se basará en la provisión de materia prima a los países del norte a un
bajo costo. Bajo esta realidad, los países del Sur no son sólo países pobres,
sino países empobrecidos por los países dominadores, que poseen en los mismos
países del sur sus aliados internos. El problema no es pues simplemente el
desarrollo, sino la liberación de esta dependencia y marginación causada por el
capitalismo universal. No se puede salir del subdesarrollo si permanece dentro
de la lógica del imperialismo capitalista.
A
nivel eclesial el acontecimiento más relevante de estos años fue la reunión
del Episcopado latinoamericano en Medellín en el año 1968, para aplicar
el Vaticano II a América latina, pero no fue una simple concreción del Vaticano
II a América latina, sino una relectura del concilio desde Latinoamérica. Medellín comienza constatando la situación de
injusticia en América latina y el clamor de los pobres que sube al cielo
pidiendo su liberación. Ve en todo ello
una situación de pecado, una violencia institucionalizada, que exige un cambio
de estructuras, y concluye de que la iglesia
debe dar una respuesta profética y liberadora a esta injusticia social.
Medellín fue como un gran pentecostés para la iglesia latinoamericana, un
despertar de energías y de perspectivas.
Sus tres opciones fundamentales fueron por los pobres, por l liberación
integral y por las comunidades de base, y ello ha repercutido enormemente en la
pastoral y en la sociedad.
En
este contexto sociopolítico y eclesial surge una nueva conciencia en
Latinoamérica, y es aquí, en esta conciencia, donde la Teología de la
liberación encuentra su formulación. El libro de Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, es del año
1971 y resulta la clave de la formulación de esta corriente teológica. Entre
los iniciadores de esta teología hay que citar además, los nombres de JL.
Segundo, H. Assmann, J. Comblin, R. Muñoz, E. Dussel, H. Borrat, J.C. Scanonne,
R. Poblete, R. Ames, C. Padin, L. Gera, A. Bünting, Rubén Alves, Miguel Bonino,
V. Codina, entre otros.
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El
cautiverio y el exilio (1972-1976)
El
relativo optimismo de los años anteriores choca
con la trágica realidad de gobiernos militares en todo el Cono sur. Así
nace el militarismo institucional, ligado a la elaboración teórica de la
llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, que está decidida a luchar contra la
“subversión”. En nombre de esta lucha, se violan los derechos humanos, se
persigue a los partidos políticos, sindicatos, a la prensa y a la iglesia.
Para
la iglesia todo significa persecución y martirio. Comienza el abundante
martirologio de América latina y es en esta época donde la teología de la
liberación profundiza el tema de cautiverio y el exilio del pueblo de Israel. A
los nombres de los teólogos de los comienzos se le añaden ahora a los de una
segunda generación de teólogos de la liberación: L. Boff, C. Mesters, J.
Sobrino, I. Ellacuría, L. de. Valle, R. Avila, P. Richard, O. Maduro, R.
Vidales, A. Cussianovich, R. Antonich, C. Boff, J. de Santa Ana, entre otros.
Pero
comienzan a surgir gente en contra de esta teología (López Trujullo, Veckmas,
Kloppenburg, Hengscbach (…)) y en Roma se reúnen para evaluar a la Teología de
la liberación en 1976.
-
Crecimiento
en medio de las dificultades (1977-
1985)
Esta
época es fértil en acontecimientos. La Doctrina de Carter sobre los Derechos
humanos favorece el paso a democracia “tuteladas” en Ecuador y Perú (1978) y el
triunfo Sandinista en Nicaragua (1979) que acaba con la dinastía de los Somoza.
Pero la subida de Reagan al poder en 1980 supone un claro retroceso para los
pueblos latinoamericanos dada su política agresiva de neoliberalismo y
anticomunismo. El informe del Comité de Santa fe de 1980, documento
programático del gobierno de Reagan para América latina, es claramente
contrario a las comunidades eclesiales de base y a la Teología de la
liberación, que considera atentatoria a los intereses de Estados Unidos. En
1981 se crea en Estados Unidos el Instituto para la Religión y la Democracia,
cuya misión es favorecer y enviar sectas a toda Latinoamérica para frenar los
avances de la Teología de la Liberación. Mientras tanto, se inicia la guerra
civil en El Salvador, crece la represión en Guatemala, Estados Unidos invade
Granada y comienza contra Nicaragua. En 1982 vuelve la democracia a Bolivia,
que lamentablemente desemboca en la mayor crisis económica de la historia del
país y produce una profunda desilusión. La guerra de las Malvinas en 1982, mostraron claramente cómo
los países del Norte se alían contra el Sur. Entre fines de 1984 y comienzos de
1985 vuelve la democracia a Argentina, Uruguay y Brasil, mientras se endurece
la dictadura en Chile y Paraguay.
La
vuelta de la democracia en los países latinoamericanos no supuso un cambio
económico ni político, seguía manteniendo la misma estructura de desarrollo y
consumo, que enriquece a países ricos y
empobrece a los pobres.
La
iglesia en Latinoamérica vuelve a vivir otro acontecimiento importante en
Puebla (México) en 1979, con motivo de la III Conferencia del Episcopado
Latinoamericano. Los intentos de hacer una marcha atrás de Medellín, quedan
frenados y Puebla se convierte en una confirmación serena de la línea profética de Medellín: a un análisis
de la realidad, calificada como una situación de pecado, sigue la proclamación
del plan de Dios comunidad, participación y liberación integral- y desemboca en
una opción preferencial por los pobres.
El
nuevo Papa Juan Pablo II, inicia una
serie de viajes a Latinoamérica que no
sólo ayudan a que pueda conocer personalmente la realidad de América latina,
sino que sirven sobre todo para que el evangelio de la justicia y la
solidaridad sea anunciado con nuevo vigor y la opinión mundial vea más de cerca la conflictiva pobreza de los
pueblos. Mientras tanto, las sectas
invaden América latina y sigue el martirio para la iglesia de la región: Mons.
Romero, L. Espinal, los mártires del Quiché en Guatemala, Jarlan en Chile,
entre otros.
El
momento histórico, político, económico mundial de la crisis, las tensiones
entre Este-Oeste, las atmosferas de miedo a una nueva guerra mundial, el
ambiente de desilusión y de rearme moral, el deseo de seguridad, repercuten en
la iglesia y en la teología.
La
Teología de la liberación se extiende a través de nuevos contactos con teólogos
del Tercer Mundo y de Europa, y va profundizando sobre diferentes temas
teológicos (el método, cristología, eclesiología, espiritualidad y religiosidad
popular)
III.
Originalidad de la teología de la
liberación
La
originalidad de la Teología de la liberación está ligada a la situación de
miseria y de pobreza, de la cual los pobres han tomado conciencia y han
irrumpido en la historia buscando su liberación. En este proceso los cristianos
han tenido una parte activa y han generado una nueva vivencia de fe, una
verdadera experiencia espiritual. De esas experiencias ha surgido la necesidad
de reflexionar teológicamente y de hallar un método adecuado para ello.
La
teología de la liberación es posterior a estas experiencias y sería
incomprensible sin esta solidaridad práctica con el pueblo que busca su
liberación y sin esta vivencia espiritual de fe. Hay una prioridad de esta experiencia sobre
la teología, que sólo viene después de reflexionar sobre este hecho nuevo. Por
eso allí donde los cristianos viven un divorcio entre su fe y su vida, donde
incluso los cristianos comprometidos no viven este proceso liberador a la luz
de su fe, en estos lugares difícilmente pude nacer una auténtica teología de la
liberación.
La
novedad de esta teología no estriba en los temas que trata, sino en el método o
modo de abordar los grandes temas de la teología: Dios, Cristo, la salvación,
la Iglesia, los Sacramentos, la espiritualidad.
El
método es el que ya el mismo Concilio Vaticano II había iniciado, aunque no lo
desarrolló totalmente: partir de la
realidad histórica de nuestro mundo (ver), iluminarla a la luz de la
Palabra de Dios (juzgar), en orden a iniciar una nueva práctica (actuar). Estos
tres momentos – ver, juzgar, actuar- constituyen como el nervio de esta
reflexión teológica.
a)
VER
Se
trata de partir de la realidad latinoamericana, que es una realidad de pobreza.
Al respecto el documento de Puebla reconoce esta realidad citando lo siguiente:
“Comprobamos, pues como
el más devastador y humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza en que
viven millones de latinoamericanos expresada por ejemplo, en moralidad
infantil, falta de vivienda adecuada, problemas de salud, salarios de hambre,
desempleo y subempleo, desnutrición, inestabilidad laboral, migraciones masivas,
forzadas y desamparadas, etc.”
Resulta
evidente que esta visión de la realidad no es neutra: se mira la realidad de
América latina desde la perspectiva de los pobres, desde los desheredados,
desde el reverso de la historia.
Pero
no basta la simple constatación de la realidad de pobreza. Es necesario
analizar el porqué de la situación. Hay que analizar más a fondo la realidad,
utilizando medios más aptos para ello: las ciencias humanas, sociales,
económicas, políticas, etc.
Pero,
aquí nos encontramos con un tema que ha sido producto de discusión durante el
nacimiento del método. Si la teología usa diversas ciencias sociales para
analizar la realidad ¿no corre el riesgo de reducirse a una visión simplemente
humana, sociológica, de la realidad? Por otra parte, ¿Qué ciencias sociales
puede utilizar?
La
Teología de la liberación, en la implementación del método, se fundamenta en la Palabra de Dios sin dejar de analizar
la realidad a la luz del de las demás ciencias, ya que sólo se utilizan en una
etapa previa para el análisis. Ahora
bien, todas las ciencias sociales de la época no pueden negar el gran aporte de
la sociología marxista, ya que esta teología se desarrolla en una época
post-marxista.
Ordinariamente
la Teología de la liberación no usa más elementos del análisis marxista de los
que usan los documentos del magisterio de la iglesia.
En todo caso, como también sucede cuando el magisterio de la iglesia usa estos
elementos, desliga cuidadosamente los elementos científicos aceptables de los
elementos ideológicos rechazables; que por esto mismo la Teología de la
liberación reconoce muy oportuna y necesaria la advertencia de los documentos
de la iglesia y principalmente la DSI (Doctrina social de la Iglesia) de
mantener un espíritu crítico y de y de discernimiento, para evitar que
elementos inaceptables para la fe, se mezclen con los elementos sociológicos
positivos, porque esto constituiría una perversión de la fe, convirtiendo la
teología en una simple filosofía humana revestida con palabras cristianas.
Sin
embargo, lo expuesto hasta ahora da elementos para rechazar muchas críticas
sobre la Teología de la liberación, que la acusan de “comunista” o “foránea”,
simplemente porque habla de situaciones de injusticia o de la necesidad de un
cambio estructural.
Esta
realidad analizada, es juzgada luego a la luz de la fe, haciendo un tránsito
del “ver” al “juzgar”.
b)
JUZGAR
Este
elemento es central de la teología, ilumina la realidad con la Palabra de Dios,
revelada en la historia de la salvación, a través de las sagradas escrituras.
Esto es lo que hace Puebla, después de haber constatado la realidad de miseria
en Latinoamérica como un hecho injusto y antinatural:
“Vemos a la luz de la fe, como un escándalo y
una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre pobres y
ricos. El lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de las
grandes masas. En esta angustia y dolor la iglesia discierne una situación de
pecado social, de gravedad tanto mayor
por darse en países que se llaman católicos y que tienen capacidad de
cambiar”
Lo
que la sociología señala como brecha entre pobres y ricos, la fe lo define como
injusticia y pecado. Lo que para la sociología sólo son rostros de pobres
explotados, la fe reconoce en ellos “los rasgos de Cristo el Señor, que nos
interpela”
Así
lo que se busca con el juzgar es denunciar
todo lo que sea pecado e injusticia como contrario al plan de Dios,
anunciar la buena noticia para toda la humanidad: Dios es un Dios de vida,
escucha el clamor del pobre y lo libera,
desea construir una humanidad nueva, unos Cielos nuevos y una Tierra nueva, y
transformar la realidad, es decir, llegar a la conversión, cambiar las
estructuras de pecado e instaurar el Reino de Dios en nuestra sociedad.
c)
ACTUAR
Lo
importante para esta teología no es simplemente reflexionar sino actuar. La
primera acción es la conversión personal y estructural, a una conversión que se
traduce en una opción por los pobres, como dice Puebla.
Algunos
desearían poder deducir de la fe modelos concretos de actuación social y
política. Pero, en este sentido, la teología de la liberación es muy clara que
no se puede deducir de la fe un proyecto político concreto, un partido político
“cristiano” que sea obligatorio para
todos.
No
obstante, se busca dejar el asistencialismo para trabajar por la erradicación
de las estructuras de pecado que empobrecen a la población. Así, Puebla
propone, siguiendo al Vaticano II:
1)
Cumplir,
antes que nada, las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de
caridad lo que ya se debe por razón de justicia;
2)
Suprimir
las causas y no sólo los efectos de los males;
3)
Organizar
los auxilios, de tal forma, que quienes los reciben se vayan liberando
progresivamente de la dependencia externa;
4)
Y
se vayan bastando por sí mismos
IV.
Fundamentos bíblicos y visión mesiánica
Existe
una diferencia entre la teología de primer mundo y a teología de la liberación.
Se ha logrado el paso de una teología ontologista, escolástica, que presenta a
un Dios distante, omnipotente, omnisciente, castigador, poderoso, creador y
dueño del universo al cual todo hombre debe alcanzar, a una teología de los
pobres que presenta un Dios más humano, cercano, pobre, humilde, padre de toda
la humanidad.
Pero
estas diferencias no se dan con la teología de la liberación sino con el
acontecimiento del Concilio Vaticano II que abre las puertas de la iglesia y vuelve
el rostro de ella al mundo de hoy.
Es
así que la teología de la liberación marca una nueva forma de ver las sagradas
escrituras, enmarca un nuevo estilo de exégesis y pone la hermenéutica al servicio de la
lectura de los signos de los tiempos. Permite tener una nueva concepción
teológica, cristológica y eclesiológica que ha marcado no solamente el
magisterio de la iglesia latinoamericana sino la de todo el mundo.
-
La
biblia desde la teología de la liberación
La
teología de la liberación es profundamente bíblica, como habíamos dicho, se
inspira y fundamenta en la Palabra de Dios que la iglesia ha recogido en la
Escritura. Pero el estilo de lectura que implanta esta teología es una lectura
desde dentro de la comunidad eclesial. Pero, esta lectura de las sagradas escrituras
puede llegar a caer en una lectura meramente humana de la biblia.
No
obstante, el desarrollo de esta teología se fundamenta en la estricta teología
positiva,
partiendo de la exégesis bíblica y del magisterio de la iglesia.
Plantea
un estilo de teología descendente, es decir, busca una teología que
presente a Dios en la vida del hombre.
Dios se presenta en la historia de la salvación y esa historia de la salvación
se proyecta en la historia de nuestros pueblos. Desde allí se hace una
relectura de los textos bíblicos para que desde allí podamos iluminar la
realidad.
Desde
el estudio de los acontecimientos del pueblo latinoamericano, la teología de la
liberación identifica la experiencia de Éxodo. Esta experiencia ha constituido
la base de la fe de Israel, el centro de la fe hebrea, el núcleo de su
profesión religiosa y de su “credo” y
así ha celebrado cada año la pascua y la sigue conmemorando.
La
lectura del Éxodo hecha desde Europa no fue capaz de descubrir algo que desde
Latinoamérica es importante. El Éxodo, leído desde un continente no sólo
subdesarrollado sino oprimido, en situación de pobreza y de esclavitud, resuena
con un acento peculiar y revela que está profunda experiencia de Dios se da en
un hecho social y político. Israel vivía en situación de opresión,
en medio de un trabajo alienante y bajo la dominación de un Faraón.
Esta
experiencia se transfigura completamente en la historia latinoamericana, en el
hecho histórico donde se configura, se construye esta teología.
Toma
los evangelios sinópticos, para presentar una figura de Cristo, explicada desde su humanidad, desde
sus acontecimientos históricos y desde lo que representa Jesús para estos
evangelios: “el mesías, hijo de Dios”
En
este sentido, es llamativo como la teología de la liberación toma estos
evangelios que se han construido en las periferias de Palestina.
Marcos,
el evangelio más antiguo de los sinópicos, surge en Galilea y este evangelio,
está dirigido para la gente esa región, presenta la figura del Jesús en cuanto
a su humanidad. En este evangelio Jesús se enoja, llora, se cansa, se conmueve presentando rasgos humanos muy
fuertes.
Mateo,
un evangelio escrito exclusivamente para los judíos, escrito en la región de
Siria, presenta al mesías como Hijo de Dios. Presenta a Cristo como el nuevo
Moisés y está en consonancia con el Éxodo.
Y
finalmente el evangelio de Lucas, que hace un recorrido desde Nazaret a
Jerusalén que en este evangelio, es el centro de los acontecimientos
importantes. Podríamos llamar a este evangelio como el evangelio de los pobres,
esta concepción se presenta en el magníficat y en toda la historia del Jesús
que se lo presenta en un lenguaje más histórico.
Estos
evangelios, forman parte de una cristología donde se presenta la figura de un
mesías cercano al pueblo, se presenta como el Enmanuel, el Dios con nosotros.
La
iglesia ya no se presenta en orden piramidal sino circular, es decir, ya no
existen superiores ni inferiores, sólo funciones que determinan la armonía de
la convivencia eclesial.
La
iglesia es el pueblo, los laicos en adhesión a los obispos, sacerdotes y
diáconos. Reconoce en ella un misterio de fe, ya que esta comunidad visible,
humilde y pecadora es el Cuerpo de Cristo y su Esposa. La eclesiología de la Teología de la
liberación está basada en la eclesiología propuesta por el Concilio Vaticano
II, pero acentúa algunos aspectos: la importancia de las comunidades eclesiales
de base, como forma de vivir la iglesia, la opción preferencial por los pobres
como tarea prioritaria; el seguimiento del camino histórico de Jesús en nuestro
mundo; la necesidad profética frente a las situaciones de injusticia y
opresión; su apertura al Reino; una visión ecuménica de lucha por la justicia¸
la predicación de una evangelización integral, de la cual forma parte la
promoción y la liberación.
Así,
desde la figura de los pobres brota una nueva imagen de iglesia. El ideal de
una “Iglesia de los pobres”, propugnado por el Papa Juan XXIII comienzos del Concilio Vaticano II y
retomado por Juan Pablo II, parece que comienza a ser aquí un realidad incipiente.
Finalmente
la figura de María, que en el Vaticano II afirmó como símbolo y tipo de
iglesia, adquiere a la luz de esta eclesiología un rostro concreto: “El gran
signo de rostro maternal y misericordioso de la cercanía del Padre y de Cristo”
V.
Implicaciones pastorales y sociales
Resulta
obvio que la Teología de la liberación, por orientarse a la práctica, tenga
repercusiones tanto, pastorales, como políticas y sociales.
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En cuanto a la liturgia, se pretende que
en ella se adquiera un sentido histórico: haciendo memoria de Jesús, de su
predicación, de su camino, de sus conflictos, y de su resurrección, para que la
iglesia congregada por el Espíritu de Jesús, pueda anticipar aquí, de forma
menos parcial, la utopía del Reino de Dios.
-
En cuanto a la acción pastoral se
promueve la participación laical en la evangelización, las comunidades de base
serán el centro de la acción pastoral. La catequesis, como consecuencia del
Concilio Vaticano II, se volvió trabajo exclusivo del laico, orientado a los
pobres, a los excluidos, a los alejados de la iglesia.
-
Al optar por los pobres, ha fomentado
organizaciones populares, su participación social, sindical y política, y
acompaña evangélicamente su marcha hacia la liberación
-
Por estas repercusiones sociales y
políticas se lo ha tildado de comunista
El asesinato de Mons. Romero, mientras celebraba la eucaristía compendia
tanto su sentido evangélico como su conflictividad política.
VI.
Conexión con la filosofía de la
liberación
Enrique
Dussel, colaborador de la Teología de la liberación, busca en los griegos fundamentos para crear
una filosofía que logre la liberación del pensamiento del centro, y esto es lo
que primeramente identificamos como conexión de la filosofía de la liberación,
a esta teología: la liberación del pensamiento de centro. En la teología de la
liberación, pensado geopolíticamente, la línea de pensamiento de centro es la
teología europea. Sin embargo, en la periferia surge una visión más
evolucionada de la teología, surge una que está en consonancia con el Concilio
Vaticano II y es producto de él.
Podemos
decir, que era necesario que el pensar teológico y filosófico liberador debiera
darse en Latinoamérica y hacer el recorrido para instalarse como pensamiento
dominante.
Además,
Dussel descubre que en Marx encuentra los fundamentos necesarios para explicar
la realidad que la misma teología de la liberación lo desarrolla.
Esta
es la principal conexión con la Teología de la liberación: la identificación de
una realidad donde el pueblo está
alienado, donde existe una brecha enorme entre pobres y ricos. Este
reconocimiento lo ha iniciado el Concilio Vaticano II que fue aplicado a la
teología latinoamericana para que luego
fuera traspasado a esta filosofía.
La
figura del pobre, es central tanto en la filosofía como en la teología, se ven
elementos filosóficos nuevos, corrientes
que antes no se utilizaban en teología como el humanismo o el existencialismo
también presentes en la filosofía de la liberación.
La
concepción de un desarrollo, la identificación de EE.UU como el opresor y la
necesidad de despertar a los pueblos latinoamericanos para que logren liberarse
y empezar su propio camino de progreso resultan también elementos de conexión
con la filosofía de la liberación.
Podemos
concluir que la teología de la liberación ha sido consecuencia de ese resurgir
de la iglesia en el Concilio Vaticano II. La iglesia de los pobres, expresada
por el Papa Juan XXIII en el discurso inaugural del Concilio ha marcado hondo
en esta teología y luego en la filosofía.
Esta
teología sufrió la misma aceptación que el Concilio Vaticano II, que en la
primera fase post conciliar, ha sufrido el rechazo por parte de la mayoría de
la jerarquía de la iglesia.
No
podemos considerar esta teología sea fruto de una ideología marxista, está fundamentada exclusivamente en las
sagradas escrituras y en el evangelio, aunque podemos encontrar consonancia en
algunos aspectos con el marxismo.
Esta
teología ha marcado hoy no solo a la iglesia, sino a la sociedad actual, estamos en un mundo donde cada vez más necesitamos dar ese
paso de acercamiento, lograr el transito del YO al NOSOTROS